Sin bestiario
Yo
no soltaba conejos por la boca
ni
mariposas,
aunque
volaran
fueran
blancas
saltarinas
y
temblorosas
como
gaviotas,
sobre
la arena negra de Savannah,
mis
palabras.
Yo
no tenía
las
bestias adecuadas
para
hacerme de un zoológico raro.
Sólo
tuve
una
escultura verbal
que,
como animal salvaje,
eléctrico
y
fulgurante
jamás
se dejó domar.
Nunca
tuve un herbario
ni
un montón de tierra
parecido
a un volcán
encima
de una mesa,
aunque,
como Teresita Fernández,
podía
yo muy bien ser
“alita
de cucaracha
llevada
hasta el hormiguero”.
No
hubo una serpiente
con
cara de tiburón
que
secuestrara mi cordura
ni
chillara
entre
mis sienes.
No
acaricié mancuspias
ni
un tigre paseó en mi jardín.
Sólo
tuve ojos de búho
dos
tinajones
un
diccionario
el
sonido de alta frecuencia que se escucha
en
las hondas ondas de la noche
y
una palabra escrita detrás de otra.
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