Diciembre
Camino
hacia tu piel para observar de cerca el esplendor,
los
signos y los pliegues de la carne,
el
color que han marcado todas tus resistencias.
Y
camino despacio para reconocerme, para hacerme,
en
aquel que se acerca, tan solo tu aliado.
Tú
recibes mi herida, mi tiempo protegido
y el
que no lo fue tanto, recibes la consciencia
del
hombre atribulado, del ser humano solo
que
apostó por callar para que no supieran
la
razón del dolor y el abandono. Y la recibes, dulce,
con todas
las sonrisas que has sabido mostrarme.
Ya
no quedan fantasmas, ya el origen de todo en nuestra huida,
y
hay un renacimiento entre tus labios y estos que son mis labios,
sin
palabras a penas, mordidos de placer, amansados de amor,
acercados
los unos a los otros para, así, celebrarse.
El
lenguaje que soy, el de la intensidad cuando digo tu nombre,
cuando
sencillamente te digo que te quiero,
no
es lanza ni fusil, ni tropa que resiste en la trinchera,
es
libertad y es vuelo, es razón y es verdad para contarte.
Tú
me observas de cerca, abres tus ojos para mirar los míos,
adviertes
este tiempo que es vértigo y temor,
porque
el comienzo de cualquier cosa es
de
vértigo y temor, sencillamente. Pero no hay gravedad
que
salte por encima del abrazo primero, o del primer temblor,
para
apagarlos.
Camino
hacia tu piel donde observar de cerca tu estallido;
tú
me esperas allí en el lugar en que todo se asombra.
Y revienta
de júbilo diciembre.
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