jueves, 16 de octubre de 2025

IVAN POZZONI

 

  

Fiorello me aburre

 


Me duermo frente a la pantalla de papel

culpable de no tener nada nuevo que decir

las letras en mi sangre no fluyen hacia mi aorta

aislado como el padre Ralph de Drogheda en Pajaro Espino,

Me prometo que serán las últimas, estas letras, tipo Jacopo (A)Ortis,

F.r.i.d.a. me espera en el sofá envuelta en su pequeño gris.

 

Cuando no tengo nada que decir el cursor late a ritmo de blues

cuando escribes a mano, al menos muerdes el capuchón del bolígrafo

aparece, toque a toque, un texto de vana consistencia à la De Signoribus,

te distraes, te levantas, de un lado a otro, con la culpa de un esquirol,

la conciencia de que escribir sobre nada sigue siendo escribir

el equivalente a vivir de la nada es siempre vivir.

 

Tal vez una oportunidad perdida para seguir haciendo un signo,

o tal vez un fragmento insignificante al estilo de Tomas Tranströmer,

no me conmueven los hechos crónicos, tal vez sea la forma en que uso el periódico,

la caja de arena del perro, una vez caducada la suscripción anual a l'Atelier,

tal vez, quién sabe, sin darme cuenta, estoy escribiendo una obra maestra

como millones de escritores italianos con sus violines de Ingres.

 

Hoy me siento anfibio, mitad Rottweiler y mitad Chihuahua,

mitad anfibio, mitad vehículo blindado de asalto en la batalla de Okinawa,

experimentando la sensación profesional de los escritores de secunda de Mondadori

De hornear word de encargo no me sorprende que se vuelvan locos,

ni que se refugien, como pareja, renunciando a sus contratos farisaicos,

para hundirse, junto con el hecho cultural, en La nave di Teseo.

 

 

 

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