La canción del peluquero
Mi
padre Segismundo Cabezón fue el peluquero
más
pobre, más barrigudo y más triste que una rata.
Por eso
yo me muerdo la nariz, todo el ombligo, la misteriosa pata,
y
prometo que nunca me iré de aquí hasta llegar a ser el mero mero.
No
puedo negar que me gusta el arte de la peluquería desde siempre,
con
tijeras chinas, alemanas o japonesas, aunque a veces caigo en la tristeza
o más
bien me desilusiono por no llegar a ser el gran Cabezón
que
algún día pude ser y que solamente fue mi padre, don Segismundo,
el
único entre los mortales, el inmortal, el último de los Cabezones
que
ocupa un lugar de privilegio en la Historia de la Peluquería Universal.
Por si
hay dudas en el aire, vuelvo a decir que Segismundo Cabezón
fue el
peluquero más peluquero entre todos los peluqueros
que en
el mundo han sido, el más pobre, a veces el más feliz,
el más
barrigudo y más triste que una rata, el más barrigón entre los barrigones.
Por eso
uno se muerde la nariz, toda la pata, el misterioso ombligo,
y
promete que tal vez nunca se irá de aquí hasta llegar a ser el mero mero.
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