jueves, 24 de enero de 2019

HERNÁN LAVÍN CERDA


  


La canción del peluquero



Mi padre Segismundo Cabezón fue el peluquero
más pobre, más barrigudo y más triste que una rata.

Por eso yo me muerdo la nariz, todo el ombligo, la misteriosa pata,
y prometo que nunca me iré de aquí hasta llegar a ser el mero mero.

No puedo negar que me gusta el arte de la peluquería desde siempre,
con tijeras chinas, alemanas o japonesas, aunque a veces caigo en la tristeza

o más bien me desilusiono por no llegar a ser el gran Cabezón
que algún día pude ser y que solamente fue mi padre, don Segismundo,

el único entre los mortales, el inmortal, el último de los Cabezones
que ocupa un lugar de privilegio en la Historia de la Peluquería Universal.


Por si hay dudas en el aire, vuelvo a decir que Segismundo Cabezón
fue el peluquero más peluquero entre todos los peluqueros

que en el mundo han sido, el más pobre, a veces el más feliz,
el más barrigudo y más triste que una rata, el más barrigón entre los barrigones.

Por eso uno se muerde la nariz, toda la pata, el misterioso ombligo,
y promete que tal vez nunca se irá de aquí hasta llegar a ser el mero mero.



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