Regresó al fondo, hueco y eco de la
nada.
Allí
el dolor antiguo le esperaba.
–Hijo,
tú cerraste indiferente la puerta,
pero
yo te esperaba.
¿Acaso
crees que no me debes tu alegría?
Un
hombre nace y de su dolor toma nombre.
Y
luego su alegría, también de su dolor toma nombre.
Lo
que fue tuyo siempre será tuyo.
Y
lo que un hombre busca olvidar amando,
ni
los demás lo saben, ni apenas tú lo sabes.
Si
para huir de mí pones una losa
sobre
el hueco y cantas y bailas,
no
olvides que yo velo.
Tuya
es la embriaguez,
pero
yo soy tu padre y no te olvido.
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