Plaza Saint-Sulpice
Girasoles
allí, tambaleantes,
rondando
a los leones su color
amarillean
y casi boquiabiertos.
En
su rumor: letanía del caer y aglomerarse,
el
agua se desprende de su ruta; ya sube,
ya
bucea, canta por la piedra, entre la fauna,
hasta
el fondo de su propio espiral.
Con
espasmos se hunde, se alarga lejos,
de
su respiración breve sabemos
cuando
renace,
en
ese dibujo insolente que no se alcanza.
Atajarlo,
arrebatarle su delirio,
capturar
del agua sus repliegues.
Pero
sólo temblamos: girasoles mudos.
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