El
pensamiento complejo de una alcachofa
Los
elefantes y las libélulas
respiran
el mismo aire
–dice
con donaire María
la
de los tres mares.
Vuelan
los elefantes sin que se note,
a
ras del suelo (levitan), esperan que brote
la
flor del cacahuate
del
que habló alguna vez su abuelo,
el
mamut,
antes
de hacer su debut
como
galleta de chocolate.
Y no
falta, digo yo, el rinoceronte
con
delirios de colibrí.
Por
eso ya entendí aquello de pensar
que
el acantilado siempre ha de soñar
que
es vivo reflejo de un monte.
Tú y
yo somos uno mismo, dijo Timbiriche,
que
fue decir desde el abismo
lo
que la Morsa cantó mejor
(tan
claro como el sefardí
que
locos ahora nos trae
a
María y a mí).
Porque
el pensamiento de una alcachofa
no
es la estrofa de un soneto,
sino
el libreto de puertas abiertas
que
dan al mar tres veces aeropuerto.
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