domingo, 15 de marzo de 2015

LAUREANO ALBÁN

 


Certezas de la Tierra
A Leopoldo Azancot

 

La muerte es el perdón. Es el otoño
devolviendo a la sangre su hermosura.
Detiene los relojes del aliento.
Hace bajar los párpados pesantes
de oscura verticalidad,
como un paisaje terminado tarde
alrededor del corazón.

La muerte no corroe, sólo salva
la pureza imposible de las cosas.
Es un gastado espejo
que reflejara apenas los milagros.
Devuelve el fruto a su caída y fija
de un modo permanente
la impermanencia de vivir.

La muerte emprende el mar cada mañana,
le impone un horizonte derrotado,
lo llena de pequeños escombros apagándose.
Y mezcla en él al hombre con sus lágrimas,
al cielo con su precipitada lejanía.
Preserva todo
en la alta urna rota del otoño.

La muerte justifica, da sentido
al sueño que decae entre los ojos.
Es el blanco apagado
en donde acertaremos para siempre.

 

 

 

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