Réquiem
Hoy
cerré la casa con un candado de oro remendado,
regué
primero los girasoles que solícitos se erguían
las
dubitativas rosas que conocen el dolor de la defensa.
Recorrí
la luminosa alcoba entre lo oscuro
y
sellé con gruesos listones las indiscretas persianas.
Hoy
abandoné la infinitud de una vida en casa,
los
cimientos de amor a mi espalda quedaron,
se
derrumbó la perfección de una armónica rutina,
la
joya de caricias que entretejió nuestras vidas.
No
volveré a doblar cortinas ni manteles de motivos
ni
a zurcir más trozos de suspiros a la vieja sobrecama,
ni
los paseos de fin de semana esperar con impaciencia,
no
lucharé más por extirpar el olor a humedades
y
besos que cada rincón nos pillaba.
Debo
arrancar de la memoria el polen de tu risa,
tus
manos remolino de nubes esparcidas en mi piel,
olvidar
tus besos -trino de mirlos en la mañanael balanceo perfecto de nuestros
cuerpos.
No
volveré a mirar tus ojos de fuego de luna
ni
a esperar en la ventana que aparezca tu figura.
Ayer
debí incinerarte y tragarme las cenizas
para
tenerte dentro aun tu cuerpo fallecido
en
vez de enterrarte en un frío cajón de madera.
Hoy
me encuentro mas sola que un viejo faro de mar.
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