Rapsoda
Tal
es su nombre.
Tal es su delirio puesto
al servicio de las ruinas de sal
donde la veta de lo humano es fulgurante.
Haber crecido entre los maestros del Gran Arte
portando el saber de escuchar
el misterio de los vivos que nombran la muerte,
desconociéndola.
Su sensibilidad entregada al silencio convocante de las estrellas,
cede al muro hecho coraza
en la imaginación enamorada del sueño
como el ala de un antiguo pájaro que transmutó
el vuelo por la noche.
Ha erigido su lugar entre las aguas profundas de un cielo infinito.
Ha pactado con las entidades de la sombra
haciendo el deleite de situar al mundo
más allá de la necedad de lo vano
para perpetuarlo en la música de un grillo cansado del verano
parado en la vereda rota
en esquina con el sol
ese que pasa cada tanto dándole de beber la tragedia,
o la misma condición del desamparo de los hombres
y de los dioses.
Y ahí, tal su nombre
renace en la grieta tibia,
en el ascenso del águila,
o en lo que es lo mismo ,
la propiedad de su pasión.
Tal es su delirio puesto
al servicio de las ruinas de sal
donde la veta de lo humano es fulgurante.
Haber crecido entre los maestros del Gran Arte
portando el saber de escuchar
el misterio de los vivos que nombran la muerte,
desconociéndola.
Su sensibilidad entregada al silencio convocante de las estrellas,
cede al muro hecho coraza
en la imaginación enamorada del sueño
como el ala de un antiguo pájaro que transmutó
el vuelo por la noche.
Ha erigido su lugar entre las aguas profundas de un cielo infinito.
Ha pactado con las entidades de la sombra
haciendo el deleite de situar al mundo
más allá de la necedad de lo vano
para perpetuarlo en la música de un grillo cansado del verano
parado en la vereda rota
en esquina con el sol
ese que pasa cada tanto dándole de beber la tragedia,
o la misma condición del desamparo de los hombres
y de los dioses.
Y ahí, tal su nombre
renace en la grieta tibia,
en el ascenso del águila,
o en lo que es lo mismo ,
la propiedad de su pasión.
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