jueves, 8 de agosto de 2013

SILVIA CARBONELL



Un año sol



Nadie nos enseñó a decir adiós, muchas gracias.
Nadie nos preparó,
nadie supo qué decir cada que una vida se marchó.
De ahí mi dolor, de unas voces que se quedaron sin abrir.
El mejor homenaje que te puedo rendir,
son mis lágrimas calladas
por un mundo que no llegaste a tocar con tus propias manos.
Que no llegaste a contemplar con tus propios ojos.
Que no llegaste a soñar con tus propios tropiezos.
No sé cuánto más seas capaz de doler,
pero hoy a una distancia que para el sol parece un año,
te me haces cercana y reciente a esta herida que me hace daño.
Partes hacia un nuevo camino a un año sol, pero te quedas conmigo.
No sé qué hacer con estos gritos que se quedaron callados.
No sé cómo apagar estos ecos que se quedaron gritando.
Tal vez lo sé, pero no hago ruido,
no quiero despertarlos.
Llorarían mares y lo que menos necesitas
es más sal corriendo en las mejillas de tu madre.
Nadie nos enseñó a decir a Dios, muchas gracias.
Por haberte prestado, por llegar a casa
y por el corto tiempo que permaneciste cantando.


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