Un
año sol
Nadie
nos enseñó a decir adiós, muchas gracias.
Nadie
nos preparó,
nadie
supo qué decir cada que una vida se marchó.
De
ahí mi dolor, de unas voces que se quedaron sin abrir.
El
mejor homenaje que te puedo rendir,
son
mis lágrimas calladas
por
un mundo que no llegaste a tocar con tus propias manos.
Que
no llegaste a contemplar con tus propios ojos.
Que
no llegaste a soñar con tus propios tropiezos.
No
sé cuánto más seas capaz de doler,
pero
hoy a una distancia que para el sol parece un año,
te
me haces cercana y reciente a esta herida que me hace daño.
Partes
hacia un nuevo camino a un año sol, pero te quedas conmigo.
No
sé qué hacer con estos gritos que se quedaron callados.
No
sé cómo apagar estos ecos que se quedaron gritando.
Tal
vez lo sé, pero no hago ruido,
no
quiero despertarlos.
Llorarían
mares y lo que menos necesitas
es
más sal corriendo en las mejillas de tu madre.
Nadie
nos enseñó a decir a Dios, muchas gracias.
Por
haberte prestado, por llegar a casa
y
por el corto tiempo que permaneciste cantando.
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