El
beso de la estrella
Se
ha dormido ya el mundo sobre un lecho de sombras,
y
el azul es arriba como un prado que muestra
florecida
en prodigio de un milagro divino
la
flora rutilante de millares de estrellas.
Un
vasto pentagrama es el silencio sonoro
donde
escribe el Misterio, maravilloso esteta,
con
claves de luceros y con signos de sombras
la
vaga sinfonía de su gran voz eterna.
Ha
llegado la noche, dulce amada, dejando
que
el fulgor de la tarde con sus sombras se uniera.
El
Universo entero es cámara suntuosa:
abajo
todo sombras, arriba todo estrellas.
Solos
los dos estamos con nuestro amor a solas,
reina
mía, en el trono de esta noche serena;
ven
más cerca que quiero poner sobre tu frente
la
de versos y estrellas magnífica diadema.
Besaré
yo tus rizos más suaves que el rayo
de
la luna; a tu oído musitaré la trémula
melodía
de amor que mi ser estremece
porque
al fin en mis brazos dulcemente te duermas.
Contemplaré
un instante tu faz transfigurada
y,
luego, levemente, para que no lo sientas,
pondré
sobre tus labios el alma, ya al partirme,
en
el embrujo alado de un beso dado apenas.
Para
que cuando luzca su clámide la Aurora,
le
digas a su heraldo: "¡...Oh, alondra compañera,
báñame
con las perlas de tu canto triunfante,
que
esta noche, en mi sueño, me ha besado una estrella... !"
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