jueves, 18 de septiembre de 2014

JOSÉ JUAN TABLADA




Nocturno invierno

 

Mi inconsolable soledad se asombra,
pues no sé en la ansiedad con que deliro
si no te puedo ver por tanta sombra
o si es de noche porque no te miro...

¡Pues siempre que tú llegas, la tiniebla
disipas, ya tu voz ya tu mirada
el silencio de músicas se puebla
y cae sobre la noche la alborada!


Pasas, y al agitarse tu vestido
entre rumores y fragancia, exhalas
tibios aromas de jardín florido,
brisas que soplan invisibles alas.

Y tu voz impregnada de misterio
evoca con sus cálidos murmullos
musicales sollozos de salterio,
gargantas de torcaz llenas de arrullos,

fugitivo gemir de una fontana
que detenerse en su correr quisiera
en un remanso, al pie de una ventana
adonde sufre un alma prisionera...

Así es tu voz, que trémula y vibrante
prolonga la tristeza que me inspira,
y por mística y dulce es la distante
campana donde un Ángelus suspira...


O bien cuando la anima la alegría,
tu boca en flor convierte en un tesoro
y sus palabras cambia en pedrería
la Sultana locuaz Boca-de-Oro.

¡Surge en la noche mi Sheherazada,
y ante el milagro que su voz destella,
parece que en la bóveda estrellada
cada palabra suya es una estrella!

¡Y cuando al fin suspiras y te miro
suspensa en lo infinito de tu duelo,
pasa sobre mi alma tu suspiro
como una estrella errante por el cielo!

 

 

 

 

 

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