miércoles, 11 de marzo de 2015

JULIÁN DE CASAL


 

3. Post umbra

 

Cuando yo duerma, solo y olvidado,
     dentro de oscura fosa,
por haber en tu lecho malgastado
     mi vida vigorosa;

cuando en mi corazón, que tuyo ha sido,
     se muevan los gusanos
lo mismo que en un tiempo se han movido
     los afectos humanos;

cuando sienta filtrarse por mis huesos
     gotas de lluvia helada,
y no me puedan reanimar tus besos
     ni tu ardiente mirada;

una noche, cansada de estar sola
     en tu alcoba elegante,
saldrás, con tu belleza de española,
     a buscar otro amante.

Al verte mis amigos licenciosos
     tan bella todavía,
te aclamarán, con himnos estruendosos,
     la diosa de la orgía.

Quizá alguno, ¡oh, bella pecadora!,
     mirando tus encantos,
te repita, con voz arrulladora,
     mis armoniosos cantos;

aquellos en que yo celebré un día
     tus amores livianos,
tu dulce voz, tu femenil falsía,
     tus ojos africanos.

Otro tal vez, dolido de mi suerte
     y con mortal pavura,
recuerde que causaste tú mi muerte,
     mi muerte prematura.

Recordará mi vida siempre inquieta,
     mis ansias eternales,
mis sueños imposibles de poeta,
     mis pasiones brutales.

Y, en nuevo amor tu corazón ardiendo,
     caerás en otros brazos,
mientras se esté mi cuerpo deshaciendo
     en hediondos pedazos.

Pero yo, resignado a tu falsía,
     soportaré el martirio.
¿Quién pretende que dure más de un día
     el aroma de un lirio?
 

De "Hojas al viento"

 

 

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