miércoles, 27 de mayo de 2015

LUIS G. URBINA


 

La balada de la vuelta del juglar
                                                                     A Rubén Campos



-Dolor: ¡qué callado vienes!
¿Serás el mismo que un día
se fue y me dejó en rehenes
un joyel de poesía?
¿Por qué la queja retienes?
¿ Por qué tu melancolía
no trae ornadas las sienes
de rosas de Alejandría?
¿Qué te pasa? ¿Ya no tienes
romances de «yoglería»,
trovas de amor y desdenes,
cuentos de milagrería?
Dolor: tan callado vienes
que ya no te conocía...

Y él, nada dijo. Callado,
con el jubón empolvado,
y con gesto fosco y duro,
vino a sentarse a mi lado,
en el rincón más oscuro,
frente al fogón apagado.
Y tras lento meditar,
como en éxtasis de olvido,
en aquel mudo penar,
nos pusimos a llorar,
con un llanto sin ruido...
 
* * *

Afuera, sonaba el mar...
 

 

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