El
discreto encanto de la autenticidad
Fue
Antoine de Saint-Exupéry quien dijo
que
conocer a alguien
no
era memorizar su nómina y su oficio
sino
saber si amaba los geranios…
vas
contando radiante mientras corres
al abrigo del tiempo
rasgando una guitarra imaginaria.
Yo
apenas te conozco
de
esa manera convencional y triste
en
que se miden las gentes rigurosas
las
mismas que calculan circunspectas
los
números ajenos, las posibilidades
de
establecer un marco común satisfactorio
como
base de sólidas alianzas
que
redunden en beneficios mutuos.
Afortunadamente ignoro todo eso.
Pero sé muchas cosas.
Aprendí
navegando tu mirada infinita que los días
nos
premian sólo a veces con veinticuatro horas
que
un pez es el vecino del charco de la esquina
y la
esquela de un príncipe un folio de papel.
Si
conocer es verte sin que te vean los ojos
soñar
a tumba abierta y no saber
quién se adueña de quién
pulimentar
la luna
izar
contigo todas las banderas
exentas de pecado
vislumbrar
el secreto
elevar
al cuadrado la risa de la tierra
escuchar
sin abismos
tender
la mano igual
que quien construye un puente.
Entonces,
te conozco.
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