II
Por
el influjo de la primavera
Sobre
el jarrón de cristal
hay
flores nuevas. Anoche
hubo
una lluvia de besos.
Despertó
un fauno bicorne
tras
una alma sensitiva.
Dieron
su olor muchas flores.
En la
pasional siringa
brotaron
las siete voces
que
en siete carrizos puso
Pan.
Antiguos
ritos paganos
se
renovaron. La estrella
de
Venus brillo mas límpida
y
diamantina. Las fresas
del
bosque dieron su sangre.
El
nido estuvo de fiesta.
Un ensueño
florentino
se
enfloro de primavera,
de
modo que en carne viva
renacieron
ansias muertas.
Imaginaos
un roble
que
diera una rosa fresca;
un
buen egipan latino
con
una bacante griega
y
parisiense. Una musica
magnifica.
Una suprema
inspiración
primitiva,
llena
de cosas modernas.
Un
vasto orgullo viril
que
aroma el odor di jemina;
un
tronco de roca en donde
descansa
un lirio.
¡Divina
Estación! ¡Divina
¡Estación!
Sonríe el alba
mas
dulcemente. La cola
del
pavo real exalta
su
prestigio. El sol aumenta
su
intima influencia; y el arpa
de
los nervios vibra sola.
¡Oh,
Primavera sagrada!
¡Oh,
gozo del don sagrado
de la
vida! ¡Oh, bella palma
sobre
nuestras frentes! !Cuello
del
cisne! ¡Paloma blanca!
¡Rosa
roja! ¡Palio azul!
¡Y
todo por ti, oh alma!
Y por
ti, cuerpo, y por ti,
idea,
que los enlazas.
¡Y
por Ti, lo que buscamos
y no
encontraremos nunca,
jamas!
[Paris,
Primavera de 1904]
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