La
razón es ciega cuando se agita un prisma
Cualquier
palabra no es tu palabra;
no es
tuya la voz del niño
con
garganta de trueno,
ni el
color del tulipán, ni la brisa del sur.
Ese
escudo no te cubre del temor,
esa
cota no impide el paso de las flechas.
A
veces, la luz se dispersa
para
dejar un hueco confuso
en el
ojo de los hombres.
Cuando
los bosques en tierras aún indecibles
no
imaginaban su follaje,
cuando
el sol era un punto
con
todos los puntos encendidos,
cuando
los astros eran fragmentos
de un
único astro incomprensible y loco,
y la
molécula vibraba en la insistencia,
el
escriba ya era parte de un recuerdo
en la
materia,
y
aunque sus ojos no atinaban ni el espíritu
ni el
hueso, ni el calor, ni la intemperie,
en su
inercia la vida planeaba la risa de la pasión
y el
cuarto oscuro de la ciencia.
Luego
un hombre entrevió el roce, la fisura,
el
músculo partido
por
la simple disolución de la franqueza.
Y
gimió.
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