Los
ojos se cierran a la danza o se abren al dolor
El
tala se ciñe entre arrugas y silencio;
entra
y sale del aire con una fuerza antigua.
Se
lleva la última gota de las acequias
hacia
un torrente invisible
que
no alcanza su piel muda.
Cuando
el monte envuelve su sed y su tristeza
el
cielo lo ve alzar los brazos al viento.
Navegaré
la eternidad para entender este porqué,
este
confuso caracol que se ahoga entre arena y sal,
esta
ambición que cae en las manos de la intolerancia,
este
falso remanso de la idea.
¿Cómo
ver el otro lado del espejo
cuando
el núcleo está en la carne?
¿Cómo
ser uno cuando desmayo?
La
vida se contrae, se recuesta en la senilidad,
se
apostema y se aturde.
El
delirio invade las formas, la razón vacila,
la
desnudez intenta un color en las tinieblas
y
busca una especie, una estirpe, una tribu,
un
cimiento donde sembrar el aire.
Pero
la luz se hace noche, niebla, sopor,
confusión
de lirios a la sombra de un nogal.
Carreras
infames dibujan un pasar delgado y pueril.
El
ocaso es demasiado vértigo para la desnudez.
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