Cámara de
hielo
Alguien ha colocado un ramillete de orquídeas
sobre la superficie de una cámara de hielo.
Se diría que crecen sin sentido esas flores
silvestres en la estepa blindada de la muerte,
sus pétalos de negro fuego, el perfume
amarillo de una máquina de aceites leves.
*
Es un contraste aquí, sobre la piedra de un cuarto
congelado, un almacén abierto de metales
con puertas donde sólo se observan carnes
de ciervo eldii, perniles desangrados, patas
de nobles liebres, rostros de un faisán hembra
que mira sin maldad (sus ojos de un cristal asustado).
*
Las botas de los cazadores dejan huellas violetas
sobre las charcas de sangre, el sudor que discurre
debajo de sus cueros dibuja el invisible cuño de los mercurios.
*
Así y todo, no sé, alguien ha colocado, junto
al ramo de orquídeas, unos guantes azules
de proteger sus manos a golpes de neveras
y todo me seduce ahora entre ese humo
que desprenden los cuerpos de muertos animales.
*
Veo a mi alrededor un jardín que me invita
a escribir un poema que mencione en sus versos
esas flores de orquídeas, esas gemas de luz
que nombrara Teofastro como raros testículos.
*
Pero no escribo nada, prefiero contemplar
las orquídeas (reales) de mi imaginación, sobre la escarcha
de la cámara de hielo, como si fueran el último
instante de eso que los hombres llaman "vida".
Alguien ha colocado un ramillete de orquídeas
sobre la superficie de una cámara de hielo.
Se diría que crecen sin sentido esas flores
silvestres en la estepa blindada de la muerte,
sus pétalos de negro fuego, el perfume
amarillo de una máquina de aceites leves.
*
Es un contraste aquí, sobre la piedra de un cuarto
congelado, un almacén abierto de metales
con puertas donde sólo se observan carnes
de ciervo eldii, perniles desangrados, patas
de nobles liebres, rostros de un faisán hembra
que mira sin maldad (sus ojos de un cristal asustado).
*
Las botas de los cazadores dejan huellas violetas
sobre las charcas de sangre, el sudor que discurre
debajo de sus cueros dibuja el invisible cuño de los mercurios.
*
Así y todo, no sé, alguien ha colocado, junto
al ramo de orquídeas, unos guantes azules
de proteger sus manos a golpes de neveras
y todo me seduce ahora entre ese humo
que desprenden los cuerpos de muertos animales.
*
Veo a mi alrededor un jardín que me invita
a escribir un poema que mencione en sus versos
esas flores de orquídeas, esas gemas de luz
que nombrara Teofastro como raros testículos.
*
Pero no escribo nada, prefiero contemplar
las orquídeas (reales) de mi imaginación, sobre la escarcha
de la cámara de hielo, como si fueran el último
instante de eso que los hombres llaman "vida".
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