Retrato de un
hombre inquieto
Se retira hacia el fondo de sí mismo a pensar
lo poca cosa que es. Tal vez se vuelve al árbol
que le sugiere un gesto. Al cabo de una hora,
es la arena más bien quien le influye. Indolente
recuerda un viejo amor. Se cree bien conservado
a pesar del olvido y la sangre agolpada
sobre su corazón. No estaría tan inerme
si tuviera un amigo: por ejemplo un guijarro,
un ave moribunda, una colina cálida.
Cierra primero un ojo, luego el otro, escrutándose
con furor. No descubre nada fundamental
en sus pulmones ni en sus almas, que se quita
una detrás de otra, igual que sus camisas.
Toda serenidad le parece una ofensa.
De: "Sonetos para un fin de siglo"
Se retira hacia el fondo de sí mismo a pensar
lo poca cosa que es. Tal vez se vuelve al árbol
que le sugiere un gesto. Al cabo de una hora,
es la arena más bien quien le influye. Indolente
recuerda un viejo amor. Se cree bien conservado
a pesar del olvido y la sangre agolpada
sobre su corazón. No estaría tan inerme
si tuviera un amigo: por ejemplo un guijarro,
un ave moribunda, una colina cálida.
Cierra primero un ojo, luego el otro, escrutándose
con furor. No descubre nada fundamental
en sus pulmones ni en sus almas, que se quita
una detrás de otra, igual que sus camisas.
Toda serenidad le parece una ofensa.
De: "Sonetos para un fin de siglo"
Versión de Enrique Moreno Castillo
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