lunes, 4 de noviembre de 2019

JORGE ENRIQUE ADOUM





Borrachera



El triste yo que soy, ahora era
o fui. Soy Iván el Terrible, y ni siquiera
los que me conspiran son Boyardos.
Unos
ojos flotan hace lejos, me codean
mirando, están junto a Platón viendo
una película muda en su caverna.
Que me suelten al bandido: estoy esperándolo
como al porvenir, yo, Conquistador
de una Mongolia de sueño inaccesible.

Mi patria, la pobre, hace tiempo
que no se cambia el vestido, y no
porque nadie, sino porque esconde
su propia llagadura. Me decían: Vámonos,
aquí nos matan. Pero no estoy desocupado.
El Poeta me hace reír: después de todo
la vida humana es como Juana
Flor: no es Juana.
Yo no espío
el futuro por la cerradura, pero no me conformo
con la aldaba, y profetizo: Platón, joven
Platón, no existe su república, no hay
república como ésta —pobrecita—, no hay
su Rusia ni hay tal nada.
Sólo siento
por el ángel que se está desplumando,
ya casi parece hombre, desnudo
el desplumado. Sí me iría a donde
pudiera nacionalizarme de feliz.
Total, ya he pagado, vecino.
Si no fuera
por usted, estaría solo, y si llora,
mi dichoso, ¿a quién me agarro? ¿Cómo
podría matarme antes de morir?
Mañana
hay un paseo macanudo, con terrestres
cariñosas, por acaso las lunáticas.
¡Viva
mi Partido, carajo! No sé en dónde
puse la llave con que abro en donde muero
con atraso.
Perdón, señores, ya recuerdo.
Nadie parece que me llamo.


De: "Las ocupaciones nocturnas", en Los cuadernos de la tierra

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