Soneto XXIV
No
me culpéis, Damas, si hube amado:
si
arder en mí sentí uno y mil cirios,
mil
trabajos dañinos, mil delirios:
si
el tiempo yo perdí al haber llorado,
que
no acabe mi nombre censurado.
Si
débil fui, mis penas son presidios.
No
agreguéis hiel a lo que son martirios:
sabed
que Amor, aun no convocado,
sin
que Vulcano vuestro ardor excuse,
sin
que a un Adonis la belleza acuse,
a
vos pudiera herir, enamoradas:
y
más que a mí, con ocasión más leve,
y
con pasión más fuerte y más aleve.
Guardaos
de no ser más desdichadas.
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