martes, 31 de agosto de 2021

EFRAÍN BARTOLOMÉ

  

 

Trozos de sol

 

 

La tempestad ha comenzado a grabar su nombre sobre el polvo.

 

Tengo hambre, tengo dolor, tengo tristeza,

tengo un deseo profundo de confundirme con el mar,

de integrarme a la piedra,

de perderme en el aire podrido de la ciudad.

 

Quiero tocar la fuente del rayo.

 

He visto la luz postrada.

 

He visto sonrisas para estrangular.

 

He visto una flor roja en la sien del Enemigo.

 

Sé bien que la Mujer, viendo hacia atrás,

alcanza a ver más lejos hacia adelante.

 

Lo sé bien: una mujer desnuda

hace brotar un dios en cualquier miserable.

 

Al pie de un cerro cruel

hay una piel colgando de un árbol espinoso:

alguien sube a ofrendarse para glorificar tu nombre, oh Diosa.

 

Un día me dio por escuchar los ruidos de la noche.

 

Por eso estoy aquí.

Miradme: desolado.

Una ele nomás y heme aquí: desollado.

 

He soñado.

 

Sueño que una soberbia estrella de diamante quema mi corazón.

 

Sueño en caer.

Sueño una lenta noche precipitándose conmigo

hasta la boca del Infierno.

Hasta la última roca desolada.

 

Soñé que mi corazón era mi Madre.

Soñé que mi cerebro era mi Padre.

Soñé que mi mujer era la Noche.

Mi hermana era la Muerte.

Mi corazón oscuro era el Viento del Sur.

 

Por eso pude alimentar el día.

 

Por eso tengo el corazón deshilachado. (Altura, Madre, Altura!)

 

Por eso arrojo estos poemas al crepúsculo:

trozos de sol,

como monedas sucias.

 

De: “Partes un verso a la mitad y sangra”

 

 

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