El oro más pulido
Cada
vez que le descubro a mi mujer un gran poeta
y la
convenzo con mi entusiasmo y mi memoria y mi alegría
y
ella lo lee y lo nombra y lo disfruta
arde
mi corazón con unos celos miserables
¿Por
qué se me adelanta ese canalla?
¿Por
qué escribió los versos que yo pude escribir
si
acaso el tiempo el mundo el improbable
azar...?
¿Por
qué?
Y me
pongo a sufrir largos minutos sintiendo como ortiga por dentro
mientras
ella recuerda o cita o pronuncia en voz alta
los
versos las imágenes el oro musical que yo
le convidé
Y me
arrepiento de haber puesto en sus ojos
de
haber puesto en su alma
un
rival que (¡afortunadamente! dice el lado egoísta de mi corazón)
ya
está muerto o ya es muy viejo o vive en un país tan lejano
o no
habla nuestra lengua
Pero
pasan los días
y no
puedo dejar de poner en su alma
una
nueva ración del oro más pulido del espíritu humano
Porque
a pesar del vidrio molido de mi resentimiento
¿cómo
podría ofrecer a mi amada
un
manjar menos rico
una
mesa más pobre
unos
enclenques versos tartamudos o sosos?
Y me
pongo a sufrir otros largos minutos...
Luego
todo se aclara
y me
siento más santo por el resto del día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario