Una vida
El
joven que se ganaba la vida haciendo fotocopias ahora
limpia cristales en los semáforos. Hay días que no pasa de
los diez euros. Sus movimientos son rápidos, aprendió
la mecánica y no repara en quién está al otro lado; puede
limpiar el parabrisas del tipo del banco que lo hundió;
un impago y el sistema te premia. Ya no es tan joven, no
dispone de futuro, ha vuelto a la calle, a dejar pulcros
grandes automóviles donde la dignidad y la rabia nunca
ocupan asiento. Si llueve, mala suerte, amarga publicidad
en sus labios, aunque sus manos parezcan esquivar el
tiempo, caen tristes, resignadas con la languidez de esos
días que nunca terminan
de irse
del todo.
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