El tragafuego
A
veces, se pegan en la faringe y forman una costra, telaraña gigante que taparía
la entrada de anchísimo sendero. Las oigo subir en espiral con un zumbido
insectil, arremolinarse, enjambre, estamento de la luz que busca el pasadizo
exterior. Entre sus manos callosas jalan un cordel que me forzaron a detener, y
henos aquí, cada quien tirando de su lado como cipreses inclinados en una
tormenta. Oigo crujir el sisal, nada se rompe, sólo esos puntos cardinales que
dentro de mí se apartan de su opuesto. Oh pestaña en el iris. Llave rota en el
ojo de la cerradura. Fermento de ese limbo de vocablos que estallan en un
disparo. Oh palabras que ostentan su diminuto pabellón como pavesa del fuego
mayor.
De: “A flor de labios (plaqueta)”.
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