Viaje
Pronto
subiremos de nuevo los dos al autobús.
Aquí
es una ciudad nocturna en la cual no hemos estado,
ni
estaremos. La gente ha abandonado ya
las
calles, pero las farolas continúan arrojando
círculos
amarillos sobre las aceras relucientes.
Hay
una soledad que procede del hecho de estar en ningún lado
y
otra que procede del hecho de estar en el nunca:
ahora
estamos juntos.
La casa
permanece desvestida. Delante de nosotros es de noche.
Ahora
somos nuestra finalidad.
Ahora
somos el verbo de la oración, mientras que los sustantivos
van
volando junto a los cristales del autobús en duermevela.
En
la lejanía brillan de tiempo en tiempo los depósitos de una nueva ciudad,
adormecidas
grúas portuarias, tanques
de
una cervecería, silos, chimeneas
con
la advertencia de sus ojos escarlata en la cúspide
y
algún anuncio rosado de un motel al borde del camino.
“Rinconcito
acogedor”.
“Refugio
tranquilo”.
Mejor
escriban en neón bajo el nombre “Estoy solo
y no
sé adónde encaminarme”. “Estoy sola y quiero
quedarme
aquí.”
Pasamos
junto a ustedes y nuestra vida se alarga
en
huellas extensas y transparentes. No pesa. No estorba.
Somos
ingrávidos.
Entre
nunca y ninguna parte el bocadillo reseco produce certeza
y un
nudo en la garganta. Mi vecino de asiento está durmiendo.
De: “En
una de las paradas del tiempo”
Versión
de Reynol Pérez Vázquez.
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