En
el depósito de cadáveres hay un niño
Ya se marchó el ministro del Señor
-visita de cumplido-
y su hisopo llenó de rutina.
Tú creías que era un sonajero,
y te quedaste muerto jugando con la lluvia.
El
depósito de cadáveres es grande para ti.
Y la negra mesa.
Y tu sombra.
Y el silencio de cemento húmedo.
Tú y
yo nos entenderemos eternamente.
Llega
hasta aquí una canción herida
que se cae y se levanta.
Viene del misterio de los remansos,
en el río, bajo los chopos,
donde las barcas atadas
vigilan las estrellas que quieren ahogarse.
La
ciudad no sabe nada de estas cosas,
y en tu cuerpo aún ha quedado
una luz tenue que alumbra el depósito:
la muerte, que ha untado tus mejillas
de una cosa demasiado seria.
Pero
en tus ojos aún existen
diminutos jardines extendidos
por los que jamás anduvieron tus pies,
tu pequeñita sombra.
Estás
conmigo,
con las manos cerradas, apretadas,
sin querer soltar ese trocito de silencio
que te llevas de este mundo.
Versión
de Miguel González Garcés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario