jueves, 14 de agosto de 2025

JÓZSEF ATTILA

 

   

Saludos a Thomas Mann



Como el niño que ya quisiera descansar
y ha llegado a la calma del lecho del hogar
y todavía pide: "¡No te vayas y cuenta!"
(que así la oscura noche no lo asirá violenta),
mientras su corazón palpita atormentado
sin saber qué prefiere, si estar acompañado
o escuchar que le cuenten historias formidables,
nosotros te pedimos que te sientes y hables.
Hablamos como ayer, aunque no lo olvidamos.
Di que estás con nosotros y nosotros estamos
contigo, todos los que respetamos tu nombre
y tenemos problemas a la altura del hombre.
Tú que sabes muy bien que el poeta no miente,
háblanos de la luz que brilla en nuestra mente
y, allende lo real, muéstranos la verdad.
Así juntos podemos vencer la oscuridad.
Haz que, como Hans Castorp, que veía a través
del cuerpo de madama Chauchat, podamos
escrutarnos esta noche. Por tu hablar melodioso
no pasa el ruido. Háblanos de lo malo y lo hermoso,
que del luto al anhelo pueda el pecho ascender.
Al pobre Kosztolányi¹ enterramos ayer
y, como abrió en su cuerpo el cáncer un abismo,
Estados-Monstruo roen sin tregua al humanismo.
¿Qué más vendrá, inquirimos —las almas de horror
plenas,
de dónde nos azuzan nuevas ideas-hienas?
¿Hierven nuevos venenos que quieren infiltrarnos?
¿Y hasta cuándo habrá un sitio en que puedas
hablarnos?
Queremos que, al oírte, o nos abandonemos
y que todos los hombres como tales quedemos,
y que nuestras mujeres sean libres y hermosas
—todos seres humanos— pues ahora estas cosas
escasean. Maestro, siéntate y haz tu cuento.
Te escuchamos. Y alguno estará muy contento
nomás que de mirar, aquí frente a estos bancos,
a un europeo entre los blancos.

 

1.- Dezó Kosztolányi (1885-1936), célebre narrador, ensayista y poeta húngaro.

 


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