Atmósfera
sin tiempo
Tú
eres mi raiz.
La
hoja eterna y fiel.
La
que no emigra
de
la difunta gracia de la rosa.
Tú
eres algo idealmente muerto.
De
ti asciende la fragancia purísima
de
una existencia oculta.
Y
así estás, detenido
en
una atmósfera sin tiempo,
en
el silencio de una antigua alcoba
llena
de vírgenes
y
un suavísimo aroma.
Mis
labios son ahora
el
radiante fantasma de los tuyos.
Y
los toco a través de un espacio en el que giran
sistemas
silenciosos
de
racia y de misterio.
Estoy
contigo, para siempre,
en
medio de una celeste soledad
y
el selvático río de mi sangre
se
vuelve una constante y mansa devoción
y
un rítmico homenaje.
Tú
eres ya más que tú.
Una
constelación de indecibles presencias.
Una
voz que canta ya el tono
de
las voces eternas.
Paraíso y nostalgía (1945)
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