Café
canela
Café
canela de a sorbos,
derrochamos
las palabras
por
designio del destino
escondidas
de infortunio,
al
crepúsculo testigo
tarde
en llamas de un otoño.
Nos
sentamos, conversamos,
tú
dijiste muchas cosas
y
yo dije muchas otras,
café
canela sorbiendo...
soltando
audaces miradas
en
compases vespertinos.
Súbitamente
y sublime
la
noche nos fue cubriendo,
bastó
un silencio profundo
y
una pregunta azarosa,
café
canela de a sorbos...
Y
tu infinita mirada
se
reflejó en mis pupilas,
como
en un mar de ansiedades.
Antes
que el café se acabe,
sí,
tus manos y mis manos
se
encontraron de improviso
y
un huracán de amapolas
ardió
en medio de esa magia.
Café
canela de a sorbos,
en
la cuenta regresiva
tras
el tiempo ya perdido,
recorrimos
de inmediato
el
camino fugitivo
de
prohibidas melodías,
de
encendidas madreselvas.
Café
canela de a sorbos,
florecieron
nuestros labios
de
néctar y nardos vivos.
Ahogada
en café la noche,
penetraba
imperturbable
en
un sudor sin preguntas
en
un sudor sin respuestas.
Mientras,
rompimos las reglas
sobre
el amor en silencio,
sobre
el amor al desnudo
y
un manantial de jazmines
y
de mieles muy sabrosas
lento
y profundo invadía
los
cuencos de mis entrañas,
disuelto
en café canela.
Con
sabor café canela,
mi
cuerpo de mar se hizo,
tu
piel mí bahía fue,
a
los pies erupcionados
del
volcán que despertamos.
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