Postal
de Praga
Quiero
traerte al mundo que conozco,
a mi
mundo de voces y fantasmas,
de
ciudades que tienen un rincón
donde
buscar la muerte.
Mi
mundo es tan oscuro sin el tuyo...
Ahora
miro el Moldava,
el
agua se suicida en cada margen,
la
ciudad está quieta,
es un
dolor sin dioses ni esperanza,
muchas
guerras después
aquí
la gente huye
de
cualquier ilusión pronosticable
y el
cuerpo se contagia
de un
temblor parecido a la humedad.
Las
paredes son grises como el humo,
hay
un final después de las palabras
que
parece romperse.
Y en
Vysehrad se mueren las palomas,
el
invierno es tan frío que resulta
una
herida en las manos y en los pies.
Pero
aquí nadie tiembla, todos saben
que
es cuestión de fortuna y de equilibrio.
Todos
creen en la espera.
Y el
dolor se acostumbra,
el
tiempo se acostumbra,
el
miedo y la tristeza se acostumbran
a
vivir sin rencor.
Nada
tiende a romperse, todo queda
empapado
después de una tormenta,
de
una frágil tormenta que sostiene
un
milagro de voces,
un
dolor tan amargo como el frío.
(De
“Razones para huir de una ciudad con frío”)
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