Baladas
La noche de los toldos
Para
José Asunción Flores
Siete
hogueras arden...
Siete
hogueras cantan
músicas de luces.
En la noche blanca
de los toldos indios,
siete hogueras arden...
músicas de luces.
En la noche blanca
de los toldos indios,
siete hogueras arden...
Palmeras
salvajes
del desierto mudo,
destrenzan al viento
su música verde.
del desierto mudo,
destrenzan al viento
su música verde.
En
los algarrobos
madura la chicha
que emborracha al indio
y da a sus tobillos,
cosquillas de danzas.
madura la chicha
que emborracha al indio
y da a sus tobillos,
cosquillas de danzas.
Mientras,
en la noche
de los toldos indios,
siete hogueras arden...
de los toldos indios,
siete hogueras arden...
Furor
de tan-tanes:
se puebla el silencio
de mudas presencias.
se puebla el silencio
de mudas presencias.
Máscara
de piedra
sobre el rostro verde
tiene el indio joven;
culebras azules
surcan sus mejillas,
ajorcas de plumas
ciñen los tobillos
de la joven india.
Mientras, en la noche
de los toldos indios
siete hogueras arden...
sobre el rostro verde
tiene el indio joven;
culebras azules
surcan sus mejillas,
ajorcas de plumas
ciñen los tobillos
de la joven india.
Mientras, en la noche
de los toldos indios
siete hogueras arden...
Frente
al Sacerdote
siete hogueras arden.
Callan los tan-tanes
de la voz de cuero.
En la noche blanca
de los toldos indios
sube a las estrellas
un rumor de ruego:
siete hogueras arden.
Callan los tan-tanes
de la voz de cuero.
En la noche blanca
de los toldos indios
sube a las estrellas
un rumor de ruego:
«Kilikamá
oú...
Kilikamá oú...
Kifikamá oú...
Kilikamá oú...»
Kilikamá oú...
Kifikamá oú...
Kilikamá oú...»
En
la noche blanca
de los toldos, arden
siete hogueras rojas.
El jhú-jhú acelera
su ritmo frenético
y arroja a los indios
hacia las doncellas,
en un entrevero
de danza nupcial.
de los toldos, arden
siete hogueras rojas.
El jhú-jhú acelera
su ritmo frenético
y arroja a los indios
hacia las doncellas,
en un entrevero
de danza nupcial.
Los
labios ofrecen
sus copas de fuego,
para que mis indios
ardan en amor.
La Luna, que otorga
sus lágrimas rojas
a las indias núbiles,
escucha los ruegos
del Gran Sacerdote,
que en la noche blanca
de los toldos indios
le pide su amparo:
sus copas de fuego,
para que mis indios
ardan en amor.
La Luna, que otorga
sus lágrimas rojas
a las indias núbiles,
escucha los ruegos
del Gran Sacerdote,
que en la noche blanca
de los toldos indios
le pide su amparo:
«Ta-aná
oú...
Ta-aná tojhó...
Ta-aná tojhó...
Ta-aná tojhó...»
Ta-aná tojhó...
Ta-aná tojhó...
Ta-aná tojhó...»
La
noche del toldo
huye hacia los montes;
ponchos de cenizas
cubren los rescoldos
de las siete hogueras...
huye hacia los montes;
ponchos de cenizas
cubren los rescoldos
de las siete hogueras...
Duermen
los tan-tanes
de la voz de cuero,
pero aún se escuchan
en la noche blanca
rumores de ruego:
de la voz de cuero,
pero aún se escuchan
en la noche blanca
rumores de ruego:
«Kilikamá
ojhó...
Kilikamá ojhó...
Kilikamá ojhó...
Kilikamá ojhó...»
Kilikamá ojhó...
Kilikamá ojhó...
Kilikamá ojhó...»
Ya
no hay siete hogueras:
la noche del toldo
se durmió en el alba...
la noche del toldo
se durmió en el alba...
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