martes, 25 de marzo de 2014

LUZ MARÍA JIMÉNEZ FARO




Madrid Era…



Cuando estoy contigo
no cambio la gloria
por la dicha grande
de estar en tu historia.

Madrid era la luz y la penumbra en los años sesenta. Era tan solamente luz su pavimiento para aquellos zapatos primeros de tacón. Perder un poco la ciudad ha sido perder nuestra niñez y nuestra adolescencia. Íbamos a las Cuevas de Sésamo para jugar al existencialismo, pero entre vaso y vaso, jamás nos encontramos con Julietta. Las calles son ahora como espejos oscuros que nos devuelven imágenes que no nos pertenecen. Que extrañamos. Pasan los autobuses y parece que nadie viaja en ellos. Son forajidos transportando cargas de soledad. Buscamos aquel viejo café donde entregábamos los sueños a la vida, y tan sólo encontramos un pulso de rencor entre unos muros que ya no son los nuestros. Pero uno muere y resucita tantas veces como sacude la memoria al corazón. Y cada ausencia, cada sombra, tiene su propio nombre en esta geografía urbana.

Madrid es ahora una ciudad enorme donde el miedo, la droga, el semen y las ratas cohabitan en la imperfecta noche, para luego, sin perder el zapato de cristal, vestirse de fulgurantes rasos. Y en esta situación de límite amanecemos. Y la ciudad y yo nos encontramos como viejas amigas. Nos amamos con todos los defectos. Juntas tomamos un café y seguimos organizando fechas en la agenda común. Comentamos los ya primeros brotes de los árboles que la hacen tan hermosa en primavera y que al batir de alas no es vuelo de palomas, sino de arcángeles que en la ciudad habitan




No hay comentarios:

Publicar un comentario