Madrid Era…
Cuando
estoy contigo
no cambio la gloria
por la dicha grande
de estar en tu historia.
no cambio la gloria
por la dicha grande
de estar en tu historia.
Madrid era la
luz y la penumbra en los años sesenta. Era tan solamente luz su pavimiento para
aquellos zapatos primeros de tacón. Perder un poco la ciudad ha sido perder
nuestra niñez y nuestra adolescencia. Íbamos a las Cuevas de Sésamo para jugar
al existencialismo, pero entre vaso y vaso, jamás nos encontramos con Julietta.
Las calles son ahora como espejos oscuros que nos devuelven imágenes que no nos
pertenecen. Que extrañamos. Pasan los autobuses y parece que nadie viaja en ellos.
Son forajidos transportando cargas de soledad. Buscamos aquel viejo café donde
entregábamos los sueños a la vida, y tan sólo encontramos un pulso de rencor
entre unos muros que ya no son los nuestros. Pero uno muere y resucita tantas
veces como sacude la memoria al corazón. Y cada ausencia, cada sombra, tiene su
propio nombre en esta geografía urbana.
Madrid es
ahora una ciudad enorme donde el miedo, la droga, el semen y las ratas
cohabitan en la imperfecta noche, para luego, sin perder el zapato de cristal,
vestirse de fulgurantes rasos. Y en esta situación de límite amanecemos. Y la
ciudad y yo nos encontramos como viejas amigas. Nos amamos con todos los
defectos. Juntas tomamos un café y seguimos organizando fechas en la agenda
común. Comentamos los ya primeros brotes de los árboles que la hacen tan
hermosa en primavera y que al batir de alas no es vuelo de palomas, sino de
arcángeles que en la ciudad habitan
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