Epístola
diurna para Sylvia
es
curioso el ruidito de la cáscara al
desbaratarse
contra la cuchara ¡cras!
el
huevo emerge desnudo planeta
ovoide
tibio
al tacto
hormigueo
de cosas blancas
crujientes
como ramas
o una
tráquea recién talada igual que un árbol
pienso
en
Nicholas
péndulo sanguíneo
en
esa casa solitaria que siempre habitaste
aunque
hayas dejado abierta la llave
casi medio siglo atrás
ya se
sabe las mujeres
perdemos
a veces la cabeza
especialmente
cuando estamos solas en un país frío
con
dos niños plegados a nosotras como flores
y un
ramo de tulipanes secos encajados al rostro
te
apuesto
que
en la vieja cocina aún cantan ciertas aves sin plumaje
y que
algún hada madrina luctuosa
sirve
jarras de leche a los visitantes
¿ves
este ojo de nébula que nos retrata?
es el
hijo de Posidón maldiciendo a nadie
un
fantasma (sus abigarrados olores)
nos
reclama la distancia a ti y a mí tan
puras
tengo
un lustro más que tú
y
ningún
obituario
te confieso
lo
intenté dos veces
pero
mi vientre reventó sobre las olas
negro
arponeado por Cronos insaciable
llegué
tarde a ti ya eras la novia hecha cenizas
bárbara
urna de barro ¡mira!
ellas vienen
a rodear tu lecho (abejas y damiselas por igual)
¿es
lo que esperabas?
se
apiñan parlanchinas
dicen
hagamos una gran explosión
cortémonos
el cuello
se
visten para el funeral galopando
hacia
el cuerpo deshabitado
que
oscila del techo ¿pensaste eso al
besar
su frente en la madrugada?
no te
preocupes por Ted
el
duelo y el tarot se le dan bien
preocúpate
por ese niño que cuelga del tapanco
yo
tengo los míos
erré
mi vocación
terrible sin gracia
confundí
miligramos con metros
en la
profundidad del Atlántico
no soy como tú
ni
como ese dios que espolvorea confeti en el vacío
soy
trivial y testaruda una chica malcriada que pela huevos duros
en el
fregadero
mientras
sus hijos juegan
lejos
de las sogas lo juro lejos de las sogas
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