Nuestra casa flota entre sus muros
Nuestra
casa flota entre sus muros
no hay
tierra firme dónde dejar caer
nuestras
raíces.
Nuestra
casa flota entre densas nubes
de
plumas.
Tiene
abiertas puertas y ventanas,
como
agudos ojos que contemplan,
el
resplandor de la luna sobre los tejados.
Nuestra
casa, se aleja con el vaivén de las olas.
Los
muebles, los retratos que cuelgan de sus
agrietados
muros cantan su adiós
a la
ciudad que un día los acurrucó en su regazo.
Los
relojes tuercen sus agujas.
Lloran
mis hermanos al pie de sus sombras encorvadas.
Mis
padres dan pasos firmes hacia el abismo de los océanos.
El eco
de sus sílabas vitales, retumba en la garganta
de
nuestras óseas flautas.
Nuestra
casa deambula en nuestros sueños,
poco o
nada queda de sus columnas o vigas.
Nuestra
casa solo es un leve soplo de
frases
y canciones de cuna.
Algo
que dijeron mis padres o melodías
tarareadas
por mis hermanos en vastos solares
cercados
con cardones, piñuelas y pulidas lajas
arrebatadas
a la garganta de los rios.
Nuestra
casa ya no es nuestra casa,
es una
sombra, un trazo de luz cruzando
la
vasta noche sin luceros.
Nuestra
casa ya no existe.
Están
las calles con sus pasos,
el
solar con sus astros y caballos de madera
y el
triciclo sin ruedas tirados sobre
los
techos de zinc oxidado.
Todo
está donde un día lo abandonamos.
Toda
está, menos nuestra casa que ya no habita
entre
sus muros, ajena a nuestros llantos.
Ah, nuestros
corazones no entienden de partidas.
Se
aferran a sueños e ilusorias posesiones.
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