jueves, 18 de enero de 2018

DOUGLAS TÉLLEZ




Nuestra casa flota entre sus muros



Nuestra casa flota entre sus muros
no hay tierra firme dónde dejar caer
nuestras raíces.
Nuestra casa flota entre densas nubes
de plumas.
Tiene abiertas puertas y ventanas,
como agudos ojos  que contemplan,
el resplandor de la luna sobre los tejados.
Nuestra casa, se aleja con el vaivén de las olas.
Los muebles, los retratos que cuelgan de sus
agrietados muros cantan su adiós
a la ciudad que un día los acurrucó en su regazo.
Los relojes tuercen sus agujas.
Lloran mis hermanos al pie de sus sombras encorvadas.
Mis padres dan pasos firmes hacia el abismo de los océanos.
El eco de sus sílabas vitales, retumba en la garganta
de nuestras óseas flautas.
Nuestra casa deambula en nuestros sueños,
poco o nada queda de sus columnas o vigas.
Nuestra casa solo es un leve soplo de
frases y canciones de cuna.
Algo que dijeron mis padres o melodías
tarareadas por mis hermanos en vastos solares
cercados con cardones, piñuelas y pulidas lajas
arrebatadas a la garganta de los rios.
Nuestra casa ya no es nuestra casa,
es una sombra, un trazo de luz cruzando
la vasta noche sin luceros.
Nuestra casa ya no existe.
Están las calles con sus pasos,
el solar con sus astros y caballos de madera
y el triciclo sin ruedas tirados sobre
los techos de zinc oxidado.
Todo está donde un día lo abandonamos.
Toda está, menos nuestra casa que ya no habita
entre sus muros, ajena a nuestros llantos.
Ah, nuestros corazones no entienden de partidas.
Se aferran a sueños e ilusorias posesiones.


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