Índole
Deja que respiremos el velo
que nos oculta el uno al otro
Paul Celan
Aprendí
de la nostalgia
la
parte más oscura del camino,
cuando
la luz es un vuelo cegador
que no
permite pasos firmes,
ni
huellas hundidas para dar de beber
a la
fiera que camina tras cualquier errante.
Aprendí:
la
palabra es el suceso,
la
circunferencia,
el
átomo que respira tras la tinta en el papel.
Aprendí
a creer no sólo en lo sensorial y evidente
la
poesía es lo que está dentro del guante,
el
pabilo sumergido
una y
otra vez en la parafina
para
luego abrirse en luz
en una
casa de bajareque,
en
pleno noviembre, en plena madrugada.
Aprendí
a asumir
un
tembloroso no en los dedos,
a
entender lo lúcido del miedo
cuando
la enfermedad llega a la cama de la madre.
Aprendí,
que no he de aprender a decir adiós
y mucho
menos
cuando
se trata de esos huidizos poemas
que
delibero y nunca he de escribir.
Aprendí
a no llamarme poeta en el primer encuentro,
a ser
atinada con los seres
que de
antemano sospecho comenzaré a amar,
aunque
no sepa hablar de amor
y
tampoco quiera aprenderlo.
Aprendí
que la intimidad no existe,
las
ideas novedosas son el principio
o el
final del diálogo entre los transeúntes
que
rozan tu hombro en medio del camino.
No hay
nada nuevo en este mundo
y eso
debo aprenderlo
porque
aunque sé,
que
cada individuo es un evento irrepetible,
el ser
es como una mancha en el techo
al que
se le hallará todo tipo de formas.
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