Lo que
antes fue desierto aún persiste
y en
unas cuantas líneas crees recuperar todo de nuevo,
recuperar
aquel paisaje donde el verano cumplía su destrucción inapelable.
Pero
hay algo diferente,
las
calles que recuerdas tienen zanjas más hondas,
las
paredes de las casas tienen grietas como relámpagos de piedra.
Crees
que puedes volver a llenarte de polvo los bolsillos,
crees
que puedes patear lejos de aquí remordimiento, rabia y rencor
como si
de cosa pequeña se tratara.
Crees
que puedes volver y una sensación de sequía en tu garganta te sorprende.
Te
sorprende también aquella disposición al cariño que justificaba cada golpe,
aquella
sensación de no sentirte solo sin creer que dios te vigilaba.
Y
pronuncias en voz baja
una
blasfemia que solamente a ti te reconforta.
¿O es
qué todo lo que has dicho no deja de ser una conjetura
o una
ávida reconstrucción de los hechos
o una
manera de legitimar una mentira,
porque
eres otra presa del olvido
y
herido por el sol en el costado,
se han
calcinado todos tus recuerdos?
No hay
nada,
te
cuesta trabajo creer que no hay nada.
Regresas
para buscar en ti algo que permanezca
y
compruebas que lo único palpable que posees,
ahora
que ya es tarde y tienes sueño,
es el
cuerpo de una mujer que no puede dormir
y te
espera en otro cuarto.
Dejas
la pluma que habías tomado para escribir eso que no alcanzas a fijar,
apagas
en silencio cada una de la luces de la casa
y el
desasosiego no se extingue por completo.
Quisieras
continuar pero ya es tarde.
De: “Contraverano”
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