XVIII
Te propongo
que hagamos del amor cosa sencilla.
Pensemos
que debe adquirir una abierta disposición a obedecer.
Será
necesario acariciarle el lomo,
para
que aprenda de sus dueños la suavidad del tacto.
Dejémosle
tranquilo andar por nuestra casa.
Tengamos
fe.
Pero no
olvidemos su condición de perro,
siempre
muerde la mano que lo alimenta.
Él es
quien nos cuida,
quien
guarda con esmero nuestra casa.
Prisioneros
de nuestra propia bestia,
vivamos
temerosos de abandonar su rabia.
De: “Fundación de la casa”
No hay comentarios:
Publicar un comentario