viernes, 9 de marzo de 2018

XAVIER ECHERRI




  
La herrumbre del rostro



Desciende, ser, siente el polvo que gime en la herrumbre del rostro.
Siente la brisa pulverizada en lágrimas, del rostro, siente el
sabor de las cadenas.
"Animal entre los hombres, conoces bien tus límites, el rigor de
las necesidades".
Y todo lo que deseaba, la fruta roja, la dulce mezcolanza, al
punto
Se le concedía ¡ah! bajo olas oscuras que agitaban el cielo.

Sabes que vives enredado en la maraña de una imaginación despierta
siempre
Y sacudida por millones de átomos que sangran al chocar,
Y chocan, se desprenden, chocan, se desprenden, todas las
formas en su más íntima sustancia.
¿Opondrás a la muerte una máscara irónica, apenada, hastiada,
espantada?
¿Te dolerá perderlo todo, lo vivido y lo soñado, lo que pudo
ser, lo que no debió ser?
El engaño teñirá tus pupilas sobre un piso que se desmorona a cada
paso,
Y perderás uno a uno los dientes, los escrúpulos, y la belleza
Será sólo un recuerdo y un ansia, un recuerdo y un ansia, sin
objeto.

Es fría la tarde, y los miembros desnudos que la imaginación
recorre
Son agua fresca entre los dedos torpes, y no hay nada, nada que
esperar.

Ir detrás de la sensación, por la sensación y el cansancio,
Y la sensación que siempre se pierde más allá de la puerta:
"No esperábamos mucho, pero hasta ese poco nos ha sido negado.
Somos
Esos barcos encallados en la roca por la feroz tormenta, esas
casas de piedra que el tiempo desmorona,
Y entre cuyos escombros huesos secos se hacinan".

Desciende, ser, toca tus bajos fondos. Escucha el viento que silba
en las cabezas huecas.
"Déjame pastar en el abrevadero de tu cuerpo. Déjame figurar entre
los rostros cuyos cuerpos amas".
Desciende más, siente el polvo que gime en la herrumbre del rostro.

¿Nos zumban los oídos o es el mundo el que zumba?
¿Qué sensación se aprieta en nuestros músculos, contrae levemente
nuestras pieles,
Se anuncia y nos recuerda que permaneceremos sobre la tierra negra?
El mar azulino rebrilla en la distancia de los ojos.
El sol todo lo toca: las olas, las playas y las rocas.
¿Qué cadáver husmea en los rincones?
El recuerdo de un rostro que los años cuartearon en el polvo,
La mirada congelada de espanto, el vacío más profundo y más blanco.

Cargas la barca de leños demasiado pesados. La corriente
cristalina de tu espalda arrastra flores y hojas secas
Entre paredes tapizadas de verdura.
Limitado, separado del resto, clausurado, caminas mirando las
veredas,
Los parques, las esquinas, absorto en el fluir de carros
y de rostros ambiguos en su expresión de
agitado cansancio.
Argollas, brasas cristalinas, aprietan carne contra carne, y del
choque el humus negro reverdece.

¿Vivirás entonces? ¿Alguien te tenderá la mano sin el cuerpo,
el cuerpo, sin la mano?


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