sábado, 14 de abril de 2018

LINA ZERÓN





Réquiem



Hoy cerré la casa con un candado de oro remendado,
regué primero los girasoles que solícitos se erguían,
las dubitativas rosas que conocen el dolor de la defensa.
Recorrí la luminosa alcoba entre lo oscuro
y sellé con gruesos listones las indiscretas persianas
Hoy abandoné la infinitud de una vida en casa,
los cimientos de amor a mi espalda quedaron,
se derrumbó la perfección de una armónica rutina,
la joya de caricias que entretejió nuestras vidas.

No volveré a doblar cortinas ni manteles de motivos,
ni a zurcir más trozos de suspiros a la vieja sobrecama,
ni los paseos de fin de semana esperar con impaciencia,
no lucharé más por extirpar el olor a humedades
y besos que cada rincón nos pillaba.

Debo arrancar de la memoria el polen de tu risa,
tus manos, remolino de nubes esparcidas en mi piel,
olvidar tus besos -trino de mirlos en la mañana-,
el balanceo perfecto de nuestros cuerpos.

No volveré a mirar tus ojos de fuego de luna,
ni a esperar en la ventana que aparezca tu figura.
Ayer debí incinerarte y tragarme las cenizas
para tener dentro aún tu cuerpo fallecido,
en vez de enterrarte en un frío cajón de madera.

Hoy me encuentro más sola que un viejo faro de mar.



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