jueves, 29 de noviembre de 2018

TOMAS HARRIS





Una indagación sobre esta pervertida manera de ver las cosas



Un tropel de caballo amarillos galopaba el tiempo
Orompello abajo;
nosotros sabíamos que todo nos sería concedido
en sueños;
una hembra destas tierras llamada O se abría como
boca de lobo
bajo el sol de cuarenta voltios
envuelto en celofán rojo;
lo narrado transcurre durante un caluroso amanecer
de verano.
Pero estas ciudades del Sur, sin querer, te
vacían el cerebro:
blancas, como Mikonos,
fantasmas, como pueblo minero de California;
O era puta y triste.
Después de consumado su cuerpo quedó a la deriva del
baldío,
mecida por la resaca del viento,
el Pacífico,
el sol poniente.
El vientre de O era liso y cruel.
Aún después de unas leguas de calles y baldíos refulgía
en nuestros deseos como aparición,
como faro,
como fuego fatuo;
pero no sabemos a ciencia cierta si el tropel de caballos
amarillos
era parte de los pervertidos mecanismos del sueño
o un dato efectivo de lo real.
Nos habían dicho que todo nos sería concedido en sueños:
nos habían dicho: "Vayan y busquen el amor"
y ante nosotros las ciudades eran el teatro del dolor:
pero sabíamos que los
pervertidos mecanismos del sueño
se oponen al dolor


De: "Diario de Navegación"


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