El tonel de las Danaides
Después
de ti, todo era molesto,
molestaban
las caricias que sobre mi cuerpo
ansiosas
confluían.
Entonces
deseé ser menos humana.
No
tener piel, para no sentir que otras manos,
no
las tuyas, me tocaban.
No
tener boca, para que los labios de todos
no
encontraran la entrada a mi infierno,
al
infierno que quema su lenguas innecesarias.
No
tener ojos para no desviar la mirada
que
no te reconoce en sus rostros.
No
tener pubis para que no me buscaran
a
tientas los penes vendados,
que
torpemente chocan contra mi muro.
Entonces
deseé ser menos humana
y
se me puso la piel de madera,
y
pedí ser aún menos humana
y
se me fue ensanchando la boca
hasta
hacerse tan grande como mi cuerpo,
y
aún pedí ser menos humana
y
se me fue holgando la vagina
hasta
hacerse tan grande como mi cuerpo.
Pedí,
yo pedí, pedí ser menos humana
y
entre todos me han convertido
en
el tonel sin fondo de las Danaides.
De: “En la salud y en la
enfermedad”
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