La caída
Señor
Dios del insecto,
de
la ameba
que
desasosiega al intestino recto. Dios
de
la fatiga que levantó al Duomo de Milán
para
que en la niebla
se
manifieste. Dios
del
ingenuo
que
se toma fotografías
arrimado
a la torre de Eiffel. Dios,
del
otro ingenuo
que
se toma fotografías
arrimado
a la brevedad de un ángel. Dios,
de
la música y del silencio
pero
también del verdugo
que
afina su instrumento. Dios,
de
lo vivo y de lo muerto
De
los que deliran
olvidados
en
la estantería atroz
de
una morgue. Dios
que
se nombra cuando se alcanza la cima de un orgasmo
pero
también
cuando
hay que reconocer lo querido
en
el fondo de un cajón
o
de un abismo. Dios,
de
lo que nace y muere
y
en el trayecto se corrompe. Dios
de
mis padres y de mis hijos
venidos
o no pero al fin hijos. Dios solitario,
colega
que tachonas ciego
un
borrador incesante, afrentoso. Dios
sin
Dios para tu perdón, sin Quién
para
que te corrija.
Dios
sin recursos a Ti mismo.
Dios
abandonado, Dios
ateo.
De: “Anatomía del Vacío”
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