Canto XXVIII. Aspasia
Torna
a mi pensamiento algunas veces
tu
semblante, ¡oh Aspasia! O fugitivo
por
habitados sitios a mí esplende
en
otros rostros; o en desiertos campos,
al
día sereno, a las estrellas tácitas,
por
tan suave armonía suscitada,
en
el alma a turbarse aún proclive
esa
soberbia visión resurge.
¡Cuán
adorada, oh númenes, y un día
cuál
mi delicia y Furias! Jamás siento
mover
perfume de florida playa,
ni
flores impregnar vías citadinas,
sin
que a mirarte vuelva cual el día
que
en tu adornada alcoba recogida,
toda
aromada por recientes flores
de
primavera, del color vestida
de
la bruna viola, a mi ofrecióse
tu
forma angelical, tendido el flanco
sobre
nítidas pieles, y en un halo
de
placeres arcanos; cuando, docta
en
seducir, férvidos y sonoros
besos
sonabas en los curvos labios
de
tus niños, el níveo cuello en tanto
brindando,
e, ignaros de tus causas,
tu
hermosísima mano los ceñía
al
seno oculto y deseado. Nuevo
cielo,
y tierra, surgió, y casi un rayo
en
mi mente divino. Así en mi pecho
nunca
inerme imprimió a viva fuerza
tu
brazo el dardo, que después clavado
llevé
aullando hasta que al mismo día
volvió
dos veces en su giro el sol.
Rayo
divino fue para mi mente
dueña
mía, tu beldad. Igual efecto
dan
belleza y acordes musicales,
que
alto misterio de ignorado Elísio
parecen
siempre revelar. Contempla
el
llagado mortal luego la hija
de
su mente, la amorosa idea,
que
gran parte de Olimpo en sí comprende,
toda
en rostro, en costumbres, en el habla,
igual
a la mujer que el ebrio amante
contemplar
y amar confuso estima.
A
ésta él no ya, más bien a aquélla,
también
en los amplexos honra y ama.
Al
fin su yerro y los trocados seres
conociendo,
se aíra; y siempre inculpa
a
la mujer en vano. Tan excelsa
imagen
rara veces el femíneo
ingenio
toca; y lo que inspira en nobles
amantes
su beldad, mujer no advierte,
ni
comprender podría. No cabe en esas
angostas
frentes tal concepto. Y mal,
por
el vivo fulgor de esas miradas,
el
hombre espera, y engañado pide
profundos
sentimientos, no sabidos,
más
que viriles, a alguien que es menor
que
el hombre por natura. Si más blandos
ella
y más tenues miembros, menos fuerte
también
la mente y menos vasta tiene.
Ni
tú jamás aquello que tú misma
un
día inspiraste a mi pensamiento,
pudiste,
Aspasia, imaginar. No sabes
qué
amor desmesurado, qué tormentos,
qué
indecibles delirios y emociones
moviste
en mí; ni vendrá tiempo alguno
en
que lo entiendas. De tal guisa ignora
ejecutor
de músicos concentos,
lo
que con mano o con la voz opera
en
quien lo escucha. Aquella Aspasia ha muerto
que
tanto amé. Yace por siempre, objeto
un
día de mi vida: si no en cuanto,
como
larva querida, de hora en hora
suele
tornar y disolverse. Vives,
bella
no sólo, sino bella tanto,
a
mis ojos, que a las demás superas.
La
llama que de ti nació extinguióse:
pues
a ti yo no amé, sino a la Diva
que
ya vida, hoy sepulcro, halla en mi pecho.
Mucho
a aquélla adoré; y tal gustóme
su
celeste beldad, que yo, ya desde
cuando
empezó el entendimiento claro
de
tu ser, de tus artes y tus fraudes,
contemplando
sus ojos en los tuyos,
deseoso
te seguí mientras vivía,
engañado
no ya, mas, por el gozo
de
aquel tan dulce símil, convencido
de
tolerar áspera y luenga cárcel.
Ya
ufánate, bien puedes. Narra cómo
de
tu sexo la única eres ante
la
cual plegué la frente altiva, y a quien
brindé
espontáneo el corazón indómito.
Cómo
primera y última, miraste
mi
suplicante llanto, y me viste
tímido
y tembloroso (ardo al decirlo
de
rubor y desdén), fuera de mí,
cualquier
deseo, cualquier palabra tuya
o
acto espiar sumiso, a tu superbo
desdén
palidecer, brillar mi rostro
a
algún signo cortés, a una mirada
mudar
forma y color. Cayó el encanto
y
en pedazos con él, regado en tierra
el
yugo: así me alegro. Y si bien llenas
de
tedio, al fin después de servidumbre
y
tan luengo soñar, contento abrazo
cordura
y libertad. Que si de afectos
ciega
la vida, y de gentiles yerros,
sin
estrellas es noche a medio invierno
ya
del hado mortal a mí bastante
consuelo
y venganza es que, en la yerba,
inmóvil,
descuidado aquí yaciendo,
la
tierra el cielo el mar miro, y sonrío.
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