Las cosas
Quan, entre gents, estic mut e
pensiu.
Ausiàs March
Ausiàs March
En la oscuridad,
había mujeres en los bordillos.
Decían cosas obscenas, amablemente obscenas,
de una halagadora obscenidad quizás.
Y fumaban. Recuerdas que, en la oscuridad, fumaban.
La calle Ribot tenía un viejo prestigio.
No la habías visto nunca. Y no la verías nunca.
Un amigo te llevó. Había luces siniestras.
Pasasteis de largo. Con las piernas abiertas,
las mujeres se abanicaban la ingle con la falda.
Me cuentan que, durante la guerra, los soldados hacían cola.
Al acabar la guerra, ¿hubo, entre aquellas mujeres,
una depuración? No lo he sabido. No lo sé.
Como el mar devuelve a los ahogados, la guerra
devolvía aquellos grandes cuerpos a la oscuridad.
Si no recuerdo mal, por aquel tiempo leías
—y quizás te sabías algunos fragmentos de memoria—
los poemas de Rilke. De Aleixandre te venía
el placer de la luz —limpieza o pureza,
o la impureza que la limpieza podía
redimir, y hablas demasiado, ¡oh, no te metas en honduras!
Pasasteis de largo. En la esquina de la calle
llamada de Guillem de Castro, vomitaste, indigno.
En “El Siglo” te tomaste un café sin azúcar.
Decían cosas obscenas, amablemente obscenas,
de una halagadora obscenidad quizás.
Y fumaban. Recuerdas que, en la oscuridad, fumaban.
La calle Ribot tenía un viejo prestigio.
No la habías visto nunca. Y no la verías nunca.
Un amigo te llevó. Había luces siniestras.
Pasasteis de largo. Con las piernas abiertas,
las mujeres se abanicaban la ingle con la falda.
Me cuentan que, durante la guerra, los soldados hacían cola.
Al acabar la guerra, ¿hubo, entre aquellas mujeres,
una depuración? No lo he sabido. No lo sé.
Como el mar devuelve a los ahogados, la guerra
devolvía aquellos grandes cuerpos a la oscuridad.
Si no recuerdo mal, por aquel tiempo leías
—y quizás te sabías algunos fragmentos de memoria—
los poemas de Rilke. De Aleixandre te venía
el placer de la luz —limpieza o pureza,
o la impureza que la limpieza podía
redimir, y hablas demasiado, ¡oh, no te metas en honduras!
Pasasteis de largo. En la esquina de la calle
llamada de Guillem de Castro, vomitaste, indigno.
En “El Siglo” te tomaste un café sin azúcar.
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