Enroscado en esa cajuela inmunda
Enroscado
en esa cajuela inmunda,
acribillado por esos disparos,
es el jefe de cinco gobiernos,
punto fijo o estratega de otros diez, por lo menos;
el fino fraguador, el maestro
sutil
de metódica paciencia, ejemplo
verdadero de ella
aun espiritualmente: es él
—¿cómo negarlo?— ese arrumbado
costal de carne lívida
fuera de cualquier correspondencia
con su pasado
y con sus planes, atrozmente fuera
—o bien justamente en los ojos
de alguna silenciosa clarividencia —¿cuál?—
no deja tiempo para vislumbrar
el tan perseguido destello.
acribillado por esos disparos,
es el jefe de cinco gobiernos,
punto fijo o estratega de otros diez, por lo menos;
el fino fraguador, el maestro
sutil
de metódica paciencia, ejemplo
verdadero de ella
aun espiritualmente: es él
—¿cómo negarlo?— ese arrumbado
costal de carne lívida
fuera de cualquier correspondencia
con su pasado
y con sus planes, atrozmente fuera
—o bien justamente en los ojos
de alguna silenciosa clarividencia —¿cuál?—
no deja tiempo para vislumbrar
el tan perseguido destello.
Este poema se refiere a la muerte de Aldo Moro (N. del T.).
No hay comentarios:
Publicar un comentario