Los
días y los ritos
I
Mi
madre traga la espina del mundo
para que mi mano no se lastime
Vierte aún fríos los gestos luminosos
de las primeras horas del día
en la fuente llena de frutas
que guarda para serenar mi hambre
De
su boca salen las nanas
que su madre no le cantó
y a veces entre una canción y otra
un temblor delgado le sacude las mejillas
Mi
madre es savia
El café de la tierra se desliza en sus ojos
como arena y tormenta
Yo juego a cazar las formas salvajes de su abrazo
mientras corremos entre los surcos del maizal crecido
que inventamos para romper el largo hechizo del verano
II
Desde
hace más de una infancia
mi madre me enseña el lenguaje de las flores
que tenemos en el huerto
lavanda
para mis sueños dulces
datura para no morir de espanto
manzanilla para el estómago inflamado
bugambilias para el dolor del pecho
cempasúchil para el llanto prolongado
y
las dalias
las dalias son mi madre
enseñándome a cultivar
la paciencia que no tengo
Son el ojo abierto de su sonrisa
III
Mi
madre camina descalza
sobre la tierra húmeda de la cocina
Abre la pesada puerta de mezquite
y se aleja
Yo la miro hacerse pequeñita
entre los brotes de alfalfa
y regresar agigantada
con las manos llenas de trigo
IV
Ella
canta
De su pecho salen espigas y chupamirtos
Besa mis cabellos enmarañados
y deja caer sobre mis labios
un sabor de piloncillo
Ella
gira
Con los ojos cerrados busca
el cuerpo del árbol más antiguo
le echa los brazos encima
y se queda quieta
escuchando el silencio
de ese ser erguido
Blanca
hechicera
de breve sonrisa plateada
Las perlas vivas
detrás de su mirada
delatan su destino de
Nahuala
V
Un
día tú sabrás
los cantos que harán de tu alma
un remolino
Vendrán a ti los pájaros
La hierba crecerá con tu latido
Y abrazarás la soledad de esta tierra
con todo su delirio
Para entonces
mi cuerpo estará marchito
pero no sufrirás
porque habrás aprendido a esperar la muerte
como un deseo tranquilo
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