Por
qué no hablo de flores cuando las conversaciones con mi hermano alcanzan
incómodos silencios
Perdónenme guerras distantes, por traer
flores a la casa.
Wislawa Szymborska
En
las montañas de Cachemira
mi hermano mató muchos hombres,
voló cráneos debajo de pieles oscuras
tiñó el blanco desierto de rojo carmesí.
¿Qué
se le puede decir a un hombre
que atravesó un mundo así
donde sus manos y sus ojos
lo traicionaron?
¿Había
flores allá?
le pregunté.
Esto
me dijo:
En
una aldea, muchos hombres
envolvieron a una mujer en una sábana.
Ella no opuso resistencia.
Le arrastraron los pies descalzos por el suelo.
La
acostaron sobre el camino
y la lapidaron.
El
primero fue el padre.
Arrojó dos piedras al hilo.
En el trayecto su hermano
se había llenado las bolsas con piedras.
La
multitud reunida
era un enjambre alborotado. La lluvia
de rocas contra su cuerpo
ahogó los gemidos de la mujer.
Manchas
de sangre en la sábana,
un ramo de violetas,
cien rosales en flor.
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